Elaine Jacobson comparte su historia para animar a las mujeres a buscar ayuda para la depresión post parto.
Los padres de bebés recién nacidos suelen tener muchas preguntas. ¿Lo estoy haciendo bien? ¿En qué me he metido? ¿Cuántos pañales puede usar realmente un bebé en un día?
Para hasta el 80% de las madres, estas preguntas forman parte de la «tristeza posparto», es decir, tristeza, llanto o ansiedad leves que suelen desaparecer una o dos semanas después del parto.
Pero hasta para el 15% de las madres recientes, estas emociones se convierten en una espiral de depresión posparto.
Síntomas de la depresión post parto
Entre el 50 y el 75% de las nuevas madres experimentan un cambio en sus emociones llamado «tristeza posparto» después del alumbramiento.
Hasta un 15% de estas mujeres desarrollarán una depresión más grave y duradera, llamada depresión posparto, tras el mismo.
Las mujeres con depresión posparto pueden experimentar altibajos emocionales, llanto frecuente, fatiga, culpa, ansiedad y dificultades para cuidar del bebé.
Un trastorno grave y persistente caracterizado por sentimientos de tristeza, inutilidad y ansiedad.
En casos graves, las madres tienen pensamientos violentos hacia sus bebés o hacia ellas mismas.
Esta es la historia en sus propias palabras de una madre que la sufrió dos veces.
Busca ayuda para solucionar tu vida
La depresión posparto no es algo de lo que se pueda «salir» o con lo que se pueda lidiar.
Es un problema real con graves consecuencias si no recibes la ayuda que necesitas.
No eres un fracaso, no eres indigna. Busca la ayuda que necesitas: es la mejor manera de cuidar de tu bebé, de tu pareja y de ti misma.
Si tu pareja muestra signos de depresión posparto, llama a su médico. Puede que no se dé cuenta de la gravedad de sus síntomas, o que tenga miedo o vergüenza de pedir ayuda.
La depresión posparto no es culpa tuya, la depresión posparto no es culpa de tu pareja, solo ocurre y la forma de solucionarlo es buscar ayuda.
Un ejemplo de depresión post parto en modo de relato
Tenía 18 años cuando tuve a mi hijo Jordi.
Ser una madre joven es difícil, pero mi vida ya era un caos. Hacía poco que me había enterado de que estaba perdiendo la audición, y todos mis amigos se iban a la universidad sin mí.
Estas frustraciones se sumaron al hecho de tener un nuevo bebé no planificado, y dificultaron la gestión de mi estrés.
No pude dar el pecho, lo que me hizo sentir aún más inadecuada.
Mis padres trabajaban, así que me quedé sola con Jordi. Me sentía triste, asustada y abrumada.
En aquel momento, nunca consideré que tuviera síntomas de depresión posparto. Pensé que sólo estaba enfadada por mis circunstancias, y que mi tristeza estaba relacionada con mi pérdida de audición, no con mi nuevo bebé.
De alguna manera, me las arreglé para luchar contra la depresión después del embarazo. Mirando hacia atrás, estaba claro que necesitaba ayuda y tuve suerte de salir adelante sin intervención.
¿Qué nos hizo pensar que debíamos tener este bebé?
Avancemos 11 años. Había aceptado y superado mi pérdida de audición, me había casado con mi marido, Borja, y teníamos una nueva niña, Sofía.
Fue un embarazo y un parto fáciles. No hubo ninguna complicación.
Entonces todo cambió.
Al día siguiente de que naciera Sofía, desarrollé una gran ansiedad.
Empecé a preocuparme por no poder oírla si me necesitaba. Intenté dormir con los auriculares puestos, pero me despertaba con cada sonido y descansaba muy poco.
La falta de sueño no hizo más que aumentar mi ansiedad.
Me puse muy triste en el hospital. De nuevo, tuve dificultades para amamantar, lo que me hizo sentirme menos mujer y una madre indigna. No podía alimentar a mi hija. Me sentía abrumada e impotente.
Borja estaba a mi lado, pero era una época de mucho trabajo, así que no podía quedarse mucho en el hospital. Aunque sabía que las enfermeras estaban allí para ayudar a cuidar de Sofia, no podía deshacerme de mi creciente ansiedad.
Cuando llevamos a Sofia a casa, el estrés empeoró.
Dejé de cuidarme a mí misma. No me sentía digna: en mi mente, cuidar de mí misma significaba quitarle tiempo a Sofia.
No comía ni bebía suficiente agua, lo que significaba que mi cuerpo no producía leche materna.
Me preocupaba la alimentación de Sofia. Lloraba más de lo que no lloraba.
Leí obsesivamente sobre «la forma correcta de hacer las cosas». Me preocupaba todo lo que podía pasar si cometía un error.
Esa es mi personalidad, preocuparme, pero se descontroló durante nuestra primera semana en casa.
Entonces encontré un artículo sobre la depresión posparto. Para mi sorpresa, mis síntomas coincidían con los del artículo.
Aun así, dudé en llamar a mi médico. Mi revisión periódica era dentro de tres semanas, y creía que podía aguantar hasta entonces.
Me equivocaba. Mi depresión empeoró al final de esa semana. Lloré cada segundo con Sofia: «Nunca volverá a tener una semana de vida. Está creciendo demasiado rápido. Nunca volverá a ser tan pequeña».
Empecé a sentir que tener a Sofia era un error. Le pregunté a Borja:
«¿Qué nos hizo pensar que debíamos tener este bebé?».
Estaba agotada porque no dejaba que Borja me ayudara.
Tenía frecuentes visiones de él muriendo en un accidente de coche porque se había quedado dormido al volante, demasiado cansado para conducir hasta el trabajo porque se había quedado despierto hasta tarde ayudándome.
Me aterraba la idea de sentirme así para siempre. Borja también tenía miedo. Al final de nuestra segunda semana en casa, Borja llamó a mi ginecóloga, la Dra. Soler, y le describió mis síntomas.
Me recetó un antidepresivo y me indicó que empezara a tomarlo ese mismo día; además, me puso en contacto con una terapeuta para que solicitase cita con ella lo antes posible.
En cuanto empecé a tomar el medicamento, empecé a sentirme mejor. Poder expresarme con mi terapeuta sin sentirme juzgada ni señalada también resultó de gran ayuda.
La Dra. Soler confirmó que tenía depresión posparto en mi siguiente cita. También me aseguró que me pondría bien y que no debía dejar de acudir a terapia.
Tomé la medicación durante un año y continué con la terapia medio año más.
Pude encontrar la alegría de vivir y volver a cuidar de mí misma y de mis hijos.
Me sentía tan descontrolada con la depresión posparto, pero la medicación junto a la terapia me ayudó mucho a volver a sentirme yo misma.
Al final del año, la Dra. Soler me ayudó a dejar de tomar la medicación reduciendo lentamente la dosis.
La depresión no volvió a aparecer.
Mi experiencia con la depresión posparto en realidad mejoró mi vida. Aprendí a mantener la calma y a mirar el panorama general en lugar de obsesionarme con los detalles.
Redescubrí la alegría. Mis hijos tienen ahora 14 y 3 años, y disfruto de ellos en lugar de sentirme ansiosa todo el tiempo.
Cuando somos niños, nos morimos de ganas de crecer para poder hacer lo que queramos, cuando queramos.
Podemos perder esa sensación de emoción a medida que envejecemos. Cuando superé mi depresión posparto, decidí volver a encontrar esa alegría.
Cuando me siento triste o agobiada, intento canalizar esa sensación de calma que tenía cuando tomaba la medicación a través de diferentes técnicas y herramientas que aprendí a usar en terapia.
Me detengo a ver mi película favorita o incluso me como un trozo de pastel para cenar de vez en cuando. ¿Por qué no? Me alegra hacer estas cosas de vez en cuando, y eso es importante.
Necesito quererme y cuidarme para poder ser una mejor madre para mis hijos. Quiero que sean felices, y sé que ellos también quieren que yo sea feliz.
Si estás luchando contra los síntomas de la depresión posparto, no los ignores.
Nunca olvidaré una vez en la que estaba muy deprimida, hablé con otra madre que me dijo: «En mi época, no teníamos depresión posparto. Sólo teníamos que salir de ella».
Me hizo sentir culpable y avergonzada, como si estuviera haciendo trampas al buscar ayuda.