Culpabilidad
El sentimiento de culpa es algo perfectamente normal y esencial en todo ser humano, ya que lo necesitamos como factor de integración social. Se trata de un mecanismo innato que aparece cuando sentimos que hemos fallado, hemos hecho algo mal o hemos rebasado los límites de alguna norma -ya sea social, moral o legal-. Todos lo experimentamos en numerosas ocasiones a lo largo de nuestra vida y no deja de ser una sensación relativamente frecuente.
Si es algo natural, ¿Cuándo se convierte en un problema de autoestima? Si la culpabilidad se produce de manera constante, si los sentimientos son muy profundos o dan a los acontecimientos mayor gravedad de la que se corresponde con la realidad y, por último -y más frecuente de lo que podamos pensar-, si directamente se trata de hechos inexistentes que nos hace sentir culpables, será necesario prestar atención al problema.
Negatividad
La falta de autoestima también se expresa mediante pensamientos negativos. Al igual que en el caso anterior, es natural que a lo largo de nuestra vida tengamos momentos en los que los pensamientos negativos aparecen y desaparecen, pero cuando esta dinámica empieza a ser algo frecuente o a acompañarte de manera permanente, puede ser una muestra más de que estás sufriendo problemas de autoestima.
Aunque cualquier pensamiento negativo que aparece de manera constante puede indicar este tipo de carencias, es mucho más evidente cuando éstas van dirigidas hacia uno mismo. Si tendemos a cuestionarnos recurrentemente, con sentimientos que indican que valemos poco, no sólo puede querer decir que tenemos problemas de autoestima, sino que además podemos estar fomentándolos -independientemente de cuál sea el aspecto acerca del que nos infravaloramos-.
Comparaciones
Las comparaciones con los que nos rodean son todo un clásico en lo que respecta a las carencias en la autoestima. La presión por competir de manera constante con los demás, que aprendemos en los colegios desde la infancia no ayuda mucho en este sentido. ¿Quién saca la mejor nota? ¿Quién lee mejor? ¿Quién hace los ejercicios más rápido? Y un largo etcétera de preguntas que no hacen sino fomentar los sentimientos de desprecio hacia uno mismo cuando no es “el mejor” en algo.
Otro escenario donde se puede ver esta tendencia a comparar son las redes sociales, un lugar en el que los ya no tan niños navegamos percibiendo siempre lo mejor de cada vida y tendemos a pensar que esos perfiles muestran realidades completas. Las aspiraciones vitales, estéticas o profesionales y sociales nos engullen cuando tratamos de conseguir lo que otros muestran, dejando de cuestionar su grado de realidad y restando valor a lo que nosotros poseemos.
Infravaloración
Cuando los pensamientos negativos y la tendencia a compararnos con el entorno se unen, es frecuente que aparezca uno de los mecanismos que más y mejor indican la falta de autoestima: la propensión a infravalorarnos. En ocasiones no es necesaria la competencia para que se den estos pensamientos y sensaciones, pero es cierto que siempre ayuda. Sentirte inferior a los demás es un claro signo de que no tienes una autoestima sana.
Al mismo tiempo, el hecho de considerar que no eres capaz de hacer algo, cumplir con algunos objetivos o alcanzar una meta, simplemente porque crees que no tienes la validez suficiente o la preparación necesaria, puede hacerte mucho daño. Es evidente que hay expectativas que no podemos lograr por diversos motivos, pero cuando esto se convierte en un pensamiento sistemático con respecto a cualquier idea y no se corresponde del todo con la realidad, se hace necesario vigilar la autoestima.
Autosabotaje
Uno de los puntos débiles que mejor ilustra la falta de autoestima es el autosabotaje. Se trata de las actitudes que ponemos en práctica para impedirnos a nosotros mismos cumplir con nuestros objetivos. Tiene mucho que ver con el hecho de infravalorarnos, pero en este caso nos centramos exclusivamente en nuestra capacidad para conseguir alcanzar una meta.
La falta de confianza en ti mismo puede limitarte mucho a la hora de marcarte unas metas y alcanzarlas, además de que inconscientemente llevarás a cabo acciones que no te lo permitan y que utilizarás para justificar tu supuesta incapacidad. Además de indicar falta de autoestima, este mecanismo puede incrementarla severamente y acabar derivando en episodios de estrés, ansiedad o incluso depresión.
Sentir presión por hacer algo, no lograrlo por impedimentos propios y la sensación de frustración que esto conlleva, puede hacer que un pequeño problema de autoestima acabe derivando en algo de mayor gravedad.
Complejos
Normalmente cuando hablamos de complejos siempre nos vienen a la cabeza los aspectos relacionados con la estética. Es cierto que son los más tangibles, porque además es otra de las carencias que suelen aparecer desde la infancia, respondiendo a los cánones estéticos que la sociedad nos impone a todos desde pequeños, aunque mucho más a las mujeres que a los hombres.
Sin embargo, esta presión no reside únicamente en el físico, sino también en otros factores como la economía, el nivel cultural o intelectual o incluso la posición laboral y social de la que podemos hacer gala.
En este caso, es importante tomar conciencia de que algunos de estos puntos siempre pueden ser mejorables mediante el esfuerzo, y cuando eso no sea posible, asumir que, aunque nadie es perfecto, todos tenemos virtudes y situaciones que a cualquiera le gustaría poseer; no merece la pena centrarnos exclusivamente en nuestros puntos débiles.
Pesimismo
El pesimismo tiene que ver con los pensamientos negativos mencionados anteriormente, pero enfocados constantemente en el futuro -ya sea inmediato, o a corto, medio o largo plazo-. No debemos confundirlo con pensar puntualmente que algo malo ocurrirá en el futuro, menos aún cuando tenemos motivos para pensar que eso puede suceder.
Se trata más bien de pensar en el futuro de manera obsesiva y hacerlo sistemáticamente con negatividad. Este tipo de propensiones que nos llevan a vivir de manera constante en el porvenir, pueden indicar carencias en la autoestima, pero también provocan dolencias como la ansiedad y el estrés tensional, por lo que conviene prestar atención lo antes posible y tratarlas a tiempo.
Miedo al qué dirán
El miedo al qué dirán forma parte de una concepción social que la mayoría de las personas tenemos totalmente arraigada: el encajar en nuestro entorno más próximo y en la sociedad en general. En este caso hablamos de otro de los mecanismos innatos en el ser humano, ya que es una mera cuestión de adaptación; no en vano, casi todos seguimos unos patrones en modas y comportamientos sociales que nos llevan a formar parte del conjunto o de algún grupo.
Sin embargo, cuando esto llega a lo obsesivo y tratamos de vivir agradando a los demás de manera constante, lo que estamos mostrando al mundo es que no tenemos, ni mucho menos, una autoestima sana. De hecho, el encontrarse permanentemente en este estado suele dar una mala imagen de uno mismo al resto, además de que es imposible gustar a todo el mundo, lo que acaba convirtiéndose en un círculo de retroalimentación que rara vez tiene un buen final.
Frustración
Otro de los sentimientos normales que experimentamos como seres humanos -y que en los términos adecuados no tiene porqué estar revelando problemas de autoestima- es la frustración. Cuando no conseguimos lo que pretendemos, se nos trunca una meta o un sueño por cualquier motivo o perdemos algo que parecía a nuestro alcance, es totalmente normal que nos sintamos frustrados.
El problema de la frustración viene de la baja tolerancia que a veces mostramos hacia ella y que, una vez más, es fruto de algunas de las vivencias en nuestra infancia. Cuando nos sentimos frustrados no estamos mostrando una falta de autoestima propiamente dicha, pero esto es algo que se da con frecuencia cuando la sensación es de derrotismo o de tristeza profunda y nos cuesta recomponernos; en estos casos la carencia es indiscutible.
Inseguridades
¿Cuántas veces en tu vida has oído hablar sobre la inseguridad? Seguramente miles, y esto es porque nos estamos refiriendo al indicativo más claro de una autoestima deteriorada. Podríamos decir incluso que la baja autoestima y la inseguridad en uno mismo son prácticamente sinónimos, pero realmente no es así. La una es consecuencia de la otra y viceversa: de nuevo observamos un proceso de retroalimentación entre problemas.
Si tienes una baja autoestima es normal que muestres inseguridad, de hecho, es prácticamente imposible que no la muestres -o que la sufras sin demostrarlo, porque a veces somos maestros en ocultar nuestras carencias-. Al mismo tiempo, si eres una persona insegura y tiendes a dudar de ti en cada paso que das, vas a ir mermando tu autoestima poco a poco, de modo que podemos decir que van de la mano y que, si crees que las sufres, deberías tomar cartas en el asunto.
Perfeccionismo
El último de los problemas más habituales en las personas con problemas de autoestima también suele venir desde la infancia. En esta ocasión hablamos del perfeccionismo, que una vez más puede llegar a ser muy positivo en pequeñas dosis, pero que puede convertirse en un fatal enemigo cuando aparece de manera abusiva.
La presión que cargamos sobre nuestros hombros nos provoca unas tensiones que pueden acabar convirtiéndose en el camino más corto hacia el estrés y sus consecuencias. La perfección no existe, buscarla nos ayuda a ser eficientes y a mejorar en todos los aspectos de la vida, pero la obsesión por alcanzarla demuestra carencias de autoestima y la falta de resultados en unos objetivos desmedidos -que tarde o temprano se hará perceptible- terminará por ahondar en ellas.